En la ciudad imaginada la enfermedad invadió cada rincón, cada esquina, cada casa. Todos los seres humanos, animales y vegetales estaban pereciendo del hastío, la pena y la impotencia de no poder hacer nada más allá que realizar movimientos absurdos, marcando un giro a la izquierda de 90º .
El movimiento general formaba una onda tal que recordaba a un barco en una marejada fuerte y crispada.
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